Esta semana nos enteramos por los medios de comunicación que el gobierno estaría estudiando la instalación de un Instituto de Educación Superior, el cual, en su segunda fase, podría dictar carreras profesionales. La verdad, eso no es lo que queremos para Chiloé. Aquí se requiere ahora, con urgencia, una institución que nos ofrezca garantías de seriedad institucional, calidad en su oferta educativa y que se inserte y trabaje con nuestra realidad. Que sea capaz de realizar extensión cultural y académica y que investigue nuestras particularidades y potencialidades colocándose al servicio del desarrollo económico y social de nuestra comunidad. Pero no sólo se requiere una universidad que facilite la continuidad de estudios para nuestros jóvenes que egresan de la educación media todos los años, sino que también, para los miles de trabajadores y trabajadoras que podrían reincorporarse a la educación y hacer realidad los sueños de ser técnicos o profesionales y que por falta de oportunidades no lo han logrado.
También queremos una universidad en Chiloé para los cientos de profesionales que hoy se desempeñan en los más diversos sectores productivos y de servicios como la educación, la salud, la acuicultura, los servicios públicos y comunales, la agricultura, el turismo, la alimentación, entre otros, que requieren actualización, nuevas competencias y certificaciones que otorguen solidez a su perfeccionamiento profesional, a través de estudios de post grado y por esa vía, incrementen su aporte al desarrollo de nuestra comunidad.
Actualmente, los eslogan y titulares pretenden decirlo todo, y mucha de esta información es limitada, sesgada o interesadamente escondida. Frecuentemente, en instituciones que persiguen finalidades no declaradas o que logran esconder con sofisticada publicidad, los estudiantes reciben una educación anticuada por parte de personal académico que no ha actualizado ni ha adaptado sus métodos y habilidades pedagógicas para satisfacer a un contingente de estudiantes que es mucho más diverso, como consecuencia de la evolución de la educación superior de elite a una educación más masiva.
Creemos que una universidad perteneciente al Consejo de Rectores, tiene la autonomía para definir sus mecanismos de ingreso realizando variaciones que fortalezcan tempranamente la incorporación de nuestros estudiantes secundarios a regímenes de estudio más exigentes. Nuestros estudiantes actuales, los trabajadores y profesionales de Chiloé, nos merecemos más que un CFT o un Instituto Profesional. Nos merecemos una universidad acreditada, con carreras acreditadas, con trayectoria reconocida y que se comprometa con el desarrollo y no solamente evalúe que los apoyos del gobierno central, regional y local (que hemos comprometido) son una oportunidad más para sus negocios. Chiloé se merece más.